Si bien en Isla Friendship tenían un protocolo de acción en
caso de que llegara a aparecer un infiltrado, lo cierto es que nunca se puede
actuar de forma completamente expedita. Eschmann corrió en dirección al
laboratorio central donde tenían el proyecto cúspide, la opera magna de los
soñadores que fundaron la comunidad científica en aquel inhóspito territorio.
El laboratorio central, una
estructura oscura, la más alta de la isla. Emitía un zumbido mezcla de
ventilador y equipo de sonido. De las paredes exteriores salían cables gruesos
y ductos, todos los cuales se enterraban unos pocos metros más lejos. En el
interior no había nadie, sin embargo Eschmann tecleó un código en el teclado
que se asomaba por la pared del fondo en el primer piso. Cuando la última cifra
fue ingresada el zumbido pareció detenerse. Un crujido, como de una antigua
escalera de alerce, comenzó a sonar una y otra vez. Se trataba de una verdadera
columna vertebral escondida tras la pared de yeso. Un crac, dos, tres... Continuó sonando hasta
completar veinticuatro vértebras. El edificio parecía un organismo viviente que
se retorcía al recibir, directo a su cerebro por medio del sistema nervioso, un
código tóxico. La clave ingresada por Eschmann le dio acceso a una puerta
oculta que se abrió frente a él. Parecía como si el edificio gritara de dolor
al abrirse una de sus paredes.
Ya adentro comenzó a gritarles a todos quienes se
encontraban ahí.
-We have
invaders in the island! Hide everything related to the KRAKEN PROYECT. We
can’t take any risk. – Gritó Eschmann. Sus
manos temblaban mientras intentaba organizar a todos los científicos del lugar.
Eschmann era un científico brillante. El mejor de su
generación al graduarse en Estados
Unidos. Sin embargo, años después de graduarse, protagonizó un escándalo por su
primera incursión en el campo de la tecno-genética. Su proyecto “REBIRTH”
consistía en reestructurar organismos a partir de estímulos psíquicos.
Consiguió, con éxito, crear una máquina que podía captar residuos
electromagnéticos ancestrales. Ondas cerebrales de dinosaurios, cavernícolas,
¿Dios, tal vez? Tomando esto como punto de partida, pensaba en primer lugar,
reconstruir un organismo viviente de un determinado periodo, para después
resucitarlo por medio de la frecuencia cerebral que captaría con la máquina.
Los cerebros emiten ondas electromagnéticas, estas a su vez mantienen una
armonía en cada célula del cuerpo. Si lograba resucitar una célula podría hacerlo
con un organismo más complejo. Finalmente consiguió el primer avance, una
célula eucariota que logró vivir un par de segundos cronometrados. Sin embargo,
su proyecto no fue bien visto por el resto de la comunidad científica. Aquel
estigma del progresismo revolucionario. Esto le costó a Eschmann su trabajo en un prestigioso
laboratorio.
Sin un respaldo económico ni los medios tecnológicos
apropiados, Eschmann no pudo continuar su investigación. Sin embargo, pasó
cerca de diez años calculando, en su mente, muchas de las posibles variables
que habían quedado abiertas en su primer intento. Desarrolló teorías y dibujó
esquemas. No perdió ni un momento aún cuando, en la práctica, no podía
continuar su trabajo.
Los agentes de ASNA entraron en el despacho de Jack Hill,
una habitación sencilla pero ordenada, muy ordenada. Parecía el trabajo de un
obsesivo compulsivo. Hill tenía todos sus libros ordenados de forma que los
colores siguieran un patrón colorimétrico.
-Señor SATURNO.- Dijo Hill.- Se me informó que se
presentaría.
-Prefiero que me llame… Agente…- Pero Hill lo interrumpió
saltando de su silla para saludarlo de forma enérgica.
-¡Sí! ¡Es un gusto, más que un gusto, un... ¿Cómo llaman los
chilenos a esto? ¡La raja!
SATURNO estaba descolocado ¿de verdad ese tipo era líder de
una comunidad científica? A gusto de cualquiera no pasaría de un viejo
excéntrico un chiste colorinche.
-Tendrá que disculparme, señor Hill, pero venimos en nombre
del Estado de Chile. Somos agentes y no tenemos tiempo de bromear. Nos
encontramos en medio de un procedimiento investigativo...
-Lo sé, lo sé. Ya me contaron de igual forma la razón de su
visita. La magia de los circuitos cerrados ¿no? Bueno, como de seguro le contó
el Doctor Eschmann, nuestra comunidad trabaja en el uso terapéutico de los
cantos de ballena y sonidos submarinos en general. Muchos son imperceptibles,
puesto que su frecuencia es inaudible para el oído humano, sin embargo el
efecto sobre las células del cuerpo es asombroso.
-¿Qué efectos se consiguen por estos métodos?- Preguntó
Lacertae.
-Insospechados, agente. Hemos debilitado exponencialmente el
avance en ciertos tipos de cáncer utilizando este método. Si logramos encontrar
la frecuencia adecuada quizás…
-¿Curarlo?- Interrumpió SATURNO.
-… Bien, ese es un avance que ciertamente no se puede
esperar en etapas tan prematuras del desarrollo técnico, agente.- Hill lo miró
con sus viejos y cansados ojos de científico entrecerrados. Dos gotas azules
que se asomaban por unos lentes del grueso de un vidrio antibalas.
-Si no le molesta, Señor Hill…- Dijo SATURNO.
-Doctor Hill, Agente.- Le corrigió el científico con una
sonrisa jugetona.
-Doctor Hill.- Repitió SATURNO, aburriéndose de las
tonterías.- Si no le molesta, nos gustaría que nos mostrara las instalaciones
donde trabajan en este proyecto.
-Para nada es una molestia, agente. Sígame. Aunque le
advierto que no es del todo divertido ver un grupo de aburridos científicos haciendo
cálculos y generando hipótesis poco comprensibles para los
“no-familiarizados”.- Contestó Hill invitándolos a abandonar su despacho.
El cuidado en la limpieza de cada pasillo era algo digno de
notar, la suela de los zapatos hacían ruido al pisar y los agentes casi podían
distinguir los rasgos de sus rostros reflejados en las baldosas.
Hill los condujo a uno de los edificios cercanos; Los hizo
subir unas escaleras de madera barnizada que desentonaba con el estilo propio
del lugar. Al llegar al segundo piso entraron en la primera habitación; Diez
científicos dispuestos en cinco mesas de trabajo, algunos experimentaban con un
ratón blanco, otros realizaban complejas
ecuaciones al ritmo de The Ramones. Todos se veían felices de estar ahí.
-Experimentamos sobre ratones.- Comenzó a hablar Hill.- Hey! You! What
are you doing with that mouse?!- Le gritó a uno de los científicos que se
encontraban más cerca.
-Im
checking his progress on cancer. This
poor little one was about to die a few days ago, now, with the helpful
submarine sounds his cancer isn’t growing anymore.- Sentenció el
científico con el júbilo de alguien que se sabe realizador de un trabajo
excepcional.
-Como puede ver, agente, nuestro único interés es encontrar
la solución a problemas de la gente.- Dijo Hill volteándose con la sonrisa que
parecía nunca abandonar su cara.
Los agentes se miraron unos a otros. No podían seguir
insistiendo en vista de que todo apuntaba a eso, una hermética comunidad
científica dedicada a desarrollar técnicas medicinales milagrosas. Aunque eso
por si mismo sonaba a una locura de proporciones bíblicas, lo cierto es que no
había nada ilegal o turbio en ello.
Una vez convencidos, los agentes contactaron con la central
de ASNA para informar de los resultados de la investigación y solicitar un
helicóptero que los recogiera, dada la dificultad para acceder por mar desde
Chiloé.
Un par de horas más tarde, un helicóptero negro descendía en
un improvisado helipuerto que amablemente se dispuso en el centro de la isla.
Eschmann y Hill se despidieron de forma cordial de los agentes, pero en el
fondo todos sabían que era su forma de decir que no querían volverlos a ver en
la isla.
Una vez que el helicóptero no era más que una mancha en el
horizonte y los últimos vestigios del ruido de hélices se había diluido en el
aire, Eschmann descendió al sector laboratorio de la Isla.
Los edificios tenían nombres de criatura mitológica local.
Eschmann entró en el edificio “PINCOYA”. Un amplio vestíbulo decorado con
plantas en las esquinas era umbral de uno de los tantos proyectos que en
realidad se desarrollaban en Isla Friendship. El científico bajó por unas
escaleras que lo llevaron a un subterráneo oscuro y frío en el que las paredes
parecían estar recubiertas de vidrio. Sin embargo, en realidad se trataba de
jaulas, cientos y cientos de jaulas apiladas una sobre y otra. Aquellos cubos
de vidrio reforzado no medían más de metro y medio de ancho y de alto. Cada uno
tenía dentro a una persona en condiciones paupérrimas de desnutrición. Organizados
por letra, entre todos completaban dos alfabetos. Los habían de todas las
edades y de ambos sexos, tenían los genitales mutilados y sus esfínteres
estaban conectados a tubos que tres veces al día succionaban las heces que eran
incapaces de pujar a causa de las pocas fuerzas que tenían. Había, en el techo,
nueve parlantes que emitían distintos sonidos. Unos cables de cobre puestos
bajo la lengua de cada prisionero para estimular sus neuronas y mantener
activas las funciones orgánicas. Los niños gemían, habían nacido en cautiverio
y desconocían lenguaje alguno. Eschmann miró con orgullo su grotesca obra. La
verdadera Opera Magna de Isla Friendship y todo para cumplir su delirio
mesiánico. En una habitación contigua, flotando en un tubo de líquido amniótico,
el primer ser humano artificial se gestaba. Pero ni siquiera el divino capricho
de Eschmann era fin último de esta atrocidad. Chile es la cara oculta del
planeta, un territorio en el que es fácil hacer cosas bajo la alfombra. En lo
más profundo de la Isla Frienship, una roca era alimentada de sufrimiento puro
que emanaba de los prisioneros en el piso superior. El terror como una onda
electromagnética desviable para nutrir a la bestia. Un huevo verdadero de
divinidad. La serpiente del Edén, Quetzalcoatl, Cai-Cai Vilú. El reptil
presente en cada mito creacional alguna vez imaginado y que como un Oroboros se
consumió a sí mismo cuando su participación en el génesis concluyó. Sería resucitado con el dolor artificial de
una humanidad maqueteada. Cuando el sufrimiento de cada humano ahí encerrado
alcanzara los umbrales precisos, se simularía un apocalipsis; Entonces la
serpiente creacional resucitaría una vez más. Los científicos, como mesías de
un mundo nuevo, la usarían para reescribir todo desde el principio. Cambiarían
la caligrafía de Dios en el libro de la vida por letras temblorosas del hijo.
El delirio absurdo manipulando la estructura de todas las realidades. Y con
lágrimas en los ojos contemplarían al Dios hijo siendo parido por el hombre. El
veneno de la serpiente sería tinta oscura con la que soplar un universo nuevo
desde el fin del mundo. La divinidad como un bien de consumo al que cualquier
demente accede…
Y Eschmann, como genio iluminado de oscuridad y semilla maligna,
como anticristo-demiurgo contemplaría su obra desde la arista que se le ocurriera.
Violando la física a voluntad, desconociendo de perspectiva alguna, usando toda
la masa cósmica como ojo flotante en sí mismo, se convertiría en el observador de
una creación propia limitada sólo por su imaginación.
La voluntad destructivo-creativa del hombre manifestada. La chispa
divina generando un incendio.
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